Para nadie es un secreto que los vinos son el acompañamiento ideal de nuestras comidas. No es nada sencillo lograr la combinación perfecta de vinos y platos en una mesa, el maridaje de estos debe contemplar aspectos tales como la acidez, el dulzor y composición.
El maridaje no es más que la complementación de cada plato con el vino más adecuado y aunque existen algunas normas establecidas en cuanto a esto en la actualidad se han flexibilizado un tanto y se permite más libertados de acuerdo al gusto de cada cual.
Este cambio de los últimos años en las reglas del maridaje obedece a la evolución que han experimentado vinos y comidas; ahora se permite más jugar con la mezcla de diferentes sabores.
Ya no hace falta necesariamente guiarse por los patrones tradicionales como el de que el vino tinto complementa las carnes rojas y que el blanco es para el pescado, lo que si no debemos violar es el concepto de que el vino nunca debe opacar el sabor del plato y lo contrario, el plato no debe tapar el sabor del vino.
La fortaleza del sabor lo mismo en los vinos como en las comidas es un factor clave a tener en cuenta, por ejemplo, los platos bien condimentados con sabores acentuados como los de la cocina latinoamericana y asiática se complementan con vinos muy aromáticos y de sabores fuertes.
También se deben tener presentes otras características de los sabores como el dulzor, la acidez y el punto de sal, para explicarlo mejor observe que si tenemos un plato con un pronunciado sabor a ingredientes cítricos, el vino que debe complementarlo debería tener de un alto nivel de acidez de forma que se equiparen los sabores.
De todas maneras, para los amantes de lo tradicional aquí les dejo las normas convencionales sobre vinos en la mesa:
- Vinos tintos jóvenes y ligeros: Ideales para asados de cordero, recetas de ternera, aves, pastas, paella, huevos fritos, embutidos, sopas de carne y verduras.
- Vinos tintos de cuerpo: Para guisos y estofados, carne de buey y otros platos elaborados con el producto de la cacería, quesos de sabor fuerte o fermentado y legumbres.
- Vinos blancos ligeros: Para la langosta preparada a la plancha, el langostino, ostras, gambas, cangrejo y otros mariscos comunes.
- Vinos blancos secos: Complemento para el pescado, calamares, langosta cocida con salsa de mayonesa, chuletas de cordero, caracoles, jamón, sopas de pescado y recetas con huevos.
- Vinos dulces: Para los postres.
- Las cavas: Pueden utilizarse con todos los platos.
A pesar de todo lo dicho, recuerda que al referirse a vinos el mejor es el de tu preferencia.